Una lectura de UN GATO TAN
TAAN…, DE MARÍA BELÉN ALEMÁN E INÉS VIRGILI
Salta: Mundo Gráfico, 2016. 24 pp. ISBN:
978-9876981361
Comentario de Ma. de la Paz Pérez Calvo
María Belén Alemán como escritora e Inés Virgili como
ilustradora nos presentan a este gato tan
taan…
El título nos sumerge de lleno en el patio de
juegos, en la plaza del barrio, en la hora de la siesta de verano. El ‘tan pero
tan…’ es el desafío del mundo infantil: “Mi papá es tan pero tan fuerte que
levanta un auto”, comentario que se aúna con la réplica inmediata: “Mi papá es
más fuerte que el tuyo. Es tan pero taan fuerte que levanta un auto y un
camión”. Y así continúan las exageraciones y la competencia.
Por otra parte el tan pero taan se codea con el chiste: “Era tan pero tan peludo que
en lugar de peine usaba rastrillo”; con la ternura: “Era tan pero tan chiquito
que dormía en el hueco de una cuchara”; con la compasión: “Era tan pero tan
pobre que comía la suela de sus zapatos”.
El tan pero
tan nos abre a una infinita gama de emociones, siempre con un toque de
humor más o menos evidente, siempre con una sonrisa.
Tenemos en las manos un simpático libro-álbum de
autoras argentinas destinado a un público infantil. Cuando hablamos de libro-álbum
comprendemos que texto e imagen comparten relevancia y ambos son necesarios en
la lectura, no vale leer el texto escrito para después mostrar la imagen, sino
que es imprescindible tener ambas informaciones (la verbal y la visual) al
mismo tiempo. Portada y contraportada, texto, tipografía e imágenes de Un gato tan taan… fueron diseñadas como una secuencia y sus relaciones internas
son cruciales para la comprensión del libro.
Estudios de la psicología y la neurología señalan
los beneficios de la lectura infantil, sobre todo cuando ésta considera mucho
más que la escucha activa. Un buen libro-álbum favorece un gran número de
conexiones mentales en niños y niñas al visualizar las imágenes que se
encuentran junto al contenido escrito. Si a esto le sumamos una obra literaria
de calidad, que se ajusta a los intereses y capacidades de niños y niñas, estamos
ofreciendo una oportunidad para desarrollar su área emocional, cognitiva y
sociocultural.
Un gato tan
taan… nos relata en primera persona lo que ocurre cuando alguien es
especial. En este caso, el gato tiene la cola larga, muy larga, lo que genera,
a él y a su dueña, muchas situaciones tragicómicas: hay que dormir con la
ventana abierta porque la cola no entra en el cuarto, a la cola la picotean los
pajaritos o sirve de soga para escalar el Aconcagua.
Una de las técnicas más sencillas y útiles en la
narrativa para niños es la metaficción. La complicidad del autor que hace
preguntas, que invita a leer y habla de sí mismo a los lectores es un recurso
recurrente en la literatura infantil. Ciertamente los juegos metaficcionales no
son funcionales para la trama, pero como los libros-álbum por lo general no
poseen una línea argumental el recurso, bien utilizado, se torna de una riqueza
exquisita. En Un gato… Belén Alemán
se aprovecha de la técnica para dar un imprevisto golpe de efecto. La autora se
hace presente desde la voz narrativa en primera persona; luego se introduce en
la obra (tanto ella como la ilustradora) con su retrato: los dibujos de sus
rostros aparecen en la última página enmarcados y ‘colgados’ de una pared.
Hasta aquí, nada inusual. El giro que sorprende y maravilla, el que nos atrapa
en este juego ficción-realidad-ficción, es el retrato del gato: este personaje
que hasta entonces hemos visto dibujado, también tiene su retrato. Con la
salvedad de que el retrato que cuelga de la pared de la última página nos
muestra la fotografía de un gato real. Personajes reales que se vuelven dibujo,
personaje dibujado que se vuelve real: he aquí una verdadera cinta de moebius literaria.
Mencionamos anteriormente que un libro-álbum por
lo general no posee argumento. En efecto, no lo precisa ya que su razón de ser
radica en el juego estético entre texto e ilustración. Pero que no cuente con una
línea argumental no implica estar desprovisto de un mensaje y un tema. Si
tuviéramos que hablar del tema de Un gato
tan taan… este sería la observación de la diferencia (en particular, la
diferencia por alguna característica física). Utilizamos la expresión
‘observación’ de la diferencia para hacer énfasis en la mirada del observador:
una mirada que ve la diferencia con la virtud del asombro y no con rechazo o
repulsión. En Un gato tan taan… el
reconocimiento de esa desemejanza es tal que las autoras no se inclinan a
considerarla buena o mala por sí misma, ni mejor o peor que otra condición; se
admite la diferencia en todos sus aspectos, tanto negativos (el gato tiene la
cola tan larga que hace renegar porque la confunden con una manguera de la que
no sale agua) como positivos (con quince vueltas la cola tan larga se convierte
en bufanda). Con el tema de la diferencia planteada de este modo, subyace el
respeto por quien la posee, a tal punto que la obra sostiene la
no-manipulación, el no cambiar o quitar la diferencia para asemejar, en este
caso al gato, al resto de los gatos.
La relación entre el texto y las ilustraciones de Un gato tan taan… se da con dos tipos de
diálogos: el de acuerdo o coincidencia y el de ampliación. Acuerdo y
coincidencia porque durante las nueve primeras páginas las imágenes, como en
cualquier libro ilustrado, acompañan al texto del modo tradicional: no agregan
contenido a la historia. Salvo que… salvo un detalle que, si uno mira con
atención, llega a descubrir: un pequeño personaje que surge en la página tres y
ya no va a dejarnos.
Es de destacar que el texto mismo se muestra en
ocasiones como un dibujo. No solo encontramos grafías de distinto tamaño para
enfatizar algunas palabras sino que, así como vemos que la larga cola del gato
se va desenrollando, subiendo y bajando a lo largo de las ilustraciones, así
también hace el texto, ondulando y zigzagueando al compás del movimiento de
cola tan larga, creando un simpático caligrama con palabras que quiebran la
rectitud del renglón.
El segundo tipo de diálogo lecto-visual que se da
en la obra es el de ampliación: las ilustraciones toman protagonismo. El texto
súbitamente desaparece para que nos entren de lleno las imágenes. Las páginas
diez y once se despliegan en una imagen sin texto, recurso que se repite en los
pares veinte y veintiuno, veintidós y veintitrés, veinticuatro y tapa. Esta es
la oportunidad para que el lector-grande intervenga con un “¿Y aquí qué pasa?”,
invitando al lector-pequeño a que verbalice lo que ocurre y también, por qué
no, a inventar otras absurdas y disparatadas situaciones. Debemos aclarar que
hemos designado como lector-grande al más avezado, aquel que es capaz de hallar
indicios en el texto y pistas en los dibujos. No queremos designar al adulto
con la expresión ‘gran lector’ porque entre los lectores pequeños, incluso con
su natural inmadurez y su falta de experiencia lectora, ¿no encontramos acaso
grandes lectores?
Uno de los recursos utilizados con maestría en Un gato tan taan… es el de la metonimia
visual. Nuestro amigo el gato aparece en la tapa, trepado al techo; y en la
ilustración de la página dos, dormido hecho un ovillo sobre la cama. A partir
de esta página solo veremos del gato la cola que sigue y sigue, encadenando las
historias y las imágenes.
No podemos dejar de mencionar que los dibujos originales
fueron pintadas con lápices de colores y luego digitalizados, lo que otorga a
la obra una calidez inusual, casi conmovedora. Los globos de colores del final y
la encantadora lechuza que nos da la bienvenida los rescatamos como ejemplo de
la pericia artística de Virgili.
Pero contenido literario y visual no es todo
lo que ofrece este libro. Belén Alemán e Inés Virgili se dan a conocer, como ya
mencionamos, en la pared de retratos de la última página y lo hacen con una propuesta
más a jugar (y ya van como tantas…). Es un espacio para que el niño se dibuje a
sí mismo y deje su huella en la ‘pared de retratos’ junto con las autoras, el
ratón y, cómo no, el gato, volviéndose de este modo el libro en un espacio interactivo.
A esto le sumamos que en la contratapa las autoras
dicen invitarnos a “un zapping
literario y visual”. Es así que lo interactivo y el zapping dejan de ser expresiones o actividades propias de los
medios tecnológicos o electrónicos. Este libro-álbum rescata y amplía la
propuesta de la televisión, el teléfono móvil o la tablet con la gracia y la calidad estética que solo puede
encontrarse entre las tapas de un libro.
Es casi instintivo relacionar el humor y el juego
con Un gato tan taan... Humor y juego
despiertan una resonancia inmediata asociada a la niñez. Quien más quien menos
los hoy adultos alguna vez reímos con la risa fresca y espontánea en medio de
nuestros juegos.
Risas, juego, añoranza, libro-álbum. Por esta
razón de asociaciones sostenemos la audaz teoría de que el libro-álbum es para
adultos.
Destinado a niños, solo puede llegar a ellos de la
mano de un adulto mediador, a quien el libro-álbum debió conquistar primero. Si
hasta su forma muchas veces precisa dos manos grandes que puedan abrirlo con un
solo y certero golpe de página, revelando a los ojos asombrados cada una de sus
ilustraciones. Un gato tan taan… con
su formato tamaño carta y hoja apaisada necesita un espacio amplio para
desplegarse: una mesa, la cama, el piso, las rodillas de mamá o papá… estos son
los lugares ideales. También es ideal contar con dos manos grandes que puedan
manipularlo: las manos de papá o mamá otra vez, de una abuela o abuelo, de un
adulto mediador que se anime a leer y jugar. Porque la lectura de un
libro-álbum requiere un tiempo, no ya propicio a la lectura, sino destinado al
juego. No es posible acercarse a un libro–álbum sin la predisposición lúdica y
sin un espacio amplio para el despliegue del libro y de la imaginación.
El libro-álbum, más que cualquier otro, es un
libro para leer en compañía.
Porque la tarea del lector-grande es necesaria
para leer un libro-álbum. Es el que abre las puertas de la fantasía para ir a
jugar, es quien pregunta “¿Y qué pasa aquí?”. Es el que sugiere seguir con el
dedo la cola larga, taan larga del
gato; es el que se detiene para que el lector pequeño descubra aquel personaje
nunca mencionado pero que aparece una y otra vez en los dibujos. El
lector-grande es el que aprovecha los ganchos de ropa para pellizcar haciendo
cosquillas o se deja llevar por el sonido de la flauta y sopla hasta arrancar
carcajadas.
Un gato tan
taan… ha llegado para que podamos interactuar y hacer zapping hasta
descubrir el detalle de cada imagen; llega para que nos llenemos la panza de
risas, los ojos de colores y la cabecita de imaginación. Llega y se queda, sí,
para ser leído de a dos, o “de a tres, de a seis o de a diez…”. (Alemán, 6)
María de la Paz Perez Calvo
Lic. en Psicología
Mayo 2019