La lectura abre los ojos, la mente y el corazón. Permite que ensanchemos la mirada y descubramos otras perspectivas de la vida y nuestro estar en el mundo. El poder de la palabra es muy valioso como para desperdiciarlo, pero hay que saber usarlo con respeto y prudencia por los efectos que una palabra dicha o escrita puede causar en el oyente/lector. Educar en la lectura y la literatura es educar en la libertad. No se puede esperar nada de un país que no promueva la lectura - en cualquier formato - porque leyendo crecemos, se nos ensancha el espíritu.
Un claro ejemplo del poder de la literatura es este breve testimonio de Eduardo Galeano, La función del lector/2, en El libro de los abrazos. Leerlo con atención permitirá descubrir la enorme responsabilidad del escritor y la función del lector:
"Era el medio siglo de la muerte de César Vallejo, y hubo celebraciones. En España, Julio Vélez organizó conferencias, seminarios, ediciones y una exposición que ofrecía imágenes del poeta, su tierra, su tiempo y su gente.
Pero en esos días Julio Vélez conoció a José Manuel Castañón; y entonces todo homenaje resultó enano. José Manuel Castañón había sido capitán en la guerra española. Peleando por Franco había perdido una mano y había ganado algunas medallas.
Una noche, poco después de la guerra, el capitán descubrió, por casualidad, un libro prohibido. Se asomó, leyó un verso, leyó dos versos, y ya no pudo desprenderse. El capitán Castañón, héroe del ejército vencedor, pasó toda la noche en vela, atrapado, leyendo y releyendo a César Vallejo, poeta de los vencidos. Y al amanecer de esa noche, renunció al ejército y se negó a cobrar ni una peseta más del gobierno de Franco.
Después, lo metieron preso; y se fue al exilio."
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