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miércoles, 25 de enero de 2023

La escritura de lo incesante. Notas sobre El mar de las libélulas de María Belén Alemán, por Raquel Guzmán

 Publicado en lagaceta.com.ar - 31 de octubre de 2022


Qué haré con lo que he mirado?

(Sara San Martín, "Miradas")

 

Soy la última persona,

el último hablante de un idioma, el mío,

que pende enteramente de mi lengua

(Fabio Morábito, A cada cual su cielo)

 

La migrancia es un  fenómeno que atraviesa la historia y las culturas. Se sale de un lugar y se marcha a otro por diversas razones, deseo de aventura, necesidad de concretar otros proyectos -personales, laborales, profesionales- , interés por conocer nuevos territorios y nuevas culturas, persecuciones políticas, guerras, fenómenos naturales que impiden continuar viviendo en ciertos espacios. Es decir, se trata de un fenómeno multicausal que afecta de distintas maneras la vida de las personas y que atañe no solo al tránsito de espacios, sino también a las mutaciones de las costumbres, la distancia de los afectos, los cambios en la lengua y la experiencia de vivir en un entredós, un movimiento incesante entre lo que se deja y lo que se obtiene. La literatura ha registrado incesantemente este fenómeno, tanto en la narración de historias de desplazados, como la puesta en discurso de las afecciones de la lengua, fracturada, quebrada, por el tránsito.

En el noroeste argentino se delineó una trayectoria literaria donde la figura del inmigrante fue complejizándose en perspectivas, en situaciones socio-históricas, en el modo de caracterización. Narradores como Eduardo Roszenvaig, Liliana Bellone, Héctor Tizón, Martha Grondona, Daniel Moyano se ocuparon de la inmigración como fenómeno social argentino y el impacto que tuvo en estos lares tanto en lo atinente al trabajo, como a las costumbres, su desarraigo y la nostalgia por la patria perdida. María Belén Alemán en El mar de las libélulas retoma algunos de esos tópicos pero resituándolos en el contexto de las últimas décadas donde la inmigración tiene el carácter de debate público por su masividad y por las respuestas políticas que fueron generando. Este cambio incide en las condiciones de producción de los textos y lleva a resaltar en los personajes de estos cuentos la migrancia como signo de un mundo inestable y expulsor. Arrojados por la guerra, la pobreza, la falta de expectativas salen de su tierra y caminan mas o menos a tientas en un mundo que muchas veces no les da la respuesta que esperan. Situados en diferentes siglos y distintos continentes los personajes de estos relatos construyen precarias formas de sostén en el afecto circunstancial de otros desplazados, compañeros de trabajo y, en pocas ocasiones, un amor que les permite llegar a destino.

El mar de las libélulas justamente acentúa el tránsito, ese entredós frágil y diverso donde la partida y la llegada se hacen difusas, es así que las cartas de "En lo profundo sopla el viento" se constituyen en una lábil soga que no logra anudar el pasado y el futuro, mientras que en "Algún día siempre llega" la fotografía produce ese engarce que apenas sutura las ausencias. En ese lugar de deslizamiento están también los campos de refugiados de "La casa más grande" o "Azam" o el hospital donde muere Doménico en "Soledad agazapada" o el bar donde el venezolano cuenta su historia en "La odisea". Acentuar este lugar de incertidumbre es lo que da a El mar de las libélulas un perfil propio, el lector es también arrojado a lo incierto en la medida que el mundo representado se aleja del mito de "hacer la América", o, del sueño de Giussepe, de ganar tanto dinero que traerá a su madre desde Italia en primera clase. Las expectativas y los proyectos se vuelven nebulosos, aun en los casos llenos de afectividad como "Mi querido irlandés" donde, no  obstante hay silencios, palabras que no fueron dichas, circunstancias que son enigmas.

Belén Alemán, es una escritora con una extensa trayectoria como poeta, narradora y autora de textos para chicos, en esta ocasión propone el cuento como estrategia para trazar una mirada caleidoscópica sobre las migraciones. Paradójicamente construye una voz narrativa afable para contar la crueldad, la muerte, las ausencias, los fracasos en un mundo donde la migrancia ya no atañe a unos pocos sino que en cada persona hay un signo de extranjería. La libélula como metáfora le da al conjunto de los relatos una mirada de esperanza,  la mutación hace posible apropiarse de nuevos lugares.

Como dicen los epígrafes de este texto cada persona es un mundo propio, pero también la lengua configura y traza un territorio. Es posible afirmar entonces que narrar la migrancia, como lo hace Belén Alemán en El mar de las libélulas desborda al viaje como  tema, ofreciendo la posibilidad de transformar lo múltiple en discurso y de esta manera esbozar claves para intentar comprender la complejidad de nuestro mundo.

***

Breve Bio Ma. Belén Alemán: Poeta y narradora. Profesora en Letras. Nació en Bs. As. pero vive en Salta desde su adolescencia. En Poesía publicó: Poemas para leer sin voz/s (Premio Accesit Benito Crivelli, 2000), Detrás de los silencios (Premio Secretaría de Cultura de Salta, 2003), Qué profunda es la noche (Premio Secretaría de Cultura de Salta, 2012) La vida de los días (2019). Hay poesías suyas en Antologías de Argentina e Iberoamérica. En narrativa: Hasta volvernos a encontrar (novela 2009) y el libro de cuentos El mar de las libélulas (2022). Tal vez de tanto andar por las escuelas acompañando a los maestros surgieron los libros infantiles: El estanque mágico y otros cuentos (Premio Oscar Montenegro 2007), Un gato tan, taan… (2016) y Los conjuros de Brunilda (2018), todos ilustrados por Inés Virgili. Fundó y co-coordina LecturArte, Espacio de Promoción de la Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) y es miembro de la Academia Argentina de LIJ.

mariabaleman@hotmail.com – Instagram: mariabelen.aleman

"El mar de las libélulas: cuentos y relatos de inmigrantes y refugiados, de Ma. Belén Alemán

 

Literatura salteña: Comentario sobre “El mar de las libélulas” de  la escritora María Belén Alemán, por Raquel Espinosa

 27 de septiembre, 2022 - Artículo publicado en el Diario Digital Cuarto, Salta, Argentina

 



María Belén Alemán nació en CABA pero reside en Salta desde los 13 años. Ese trozo de historia personal explica en parte este nuevo libro en donde la esperanza y el dolor atraviesan todos los cuentos del volumen. (Raquel Espinosa)

La autora de este libro agrupa su producción en dos partes: “I Los mares del ayer/la esperanza” y “II Los mares de hoy/el dolor”. Esperanza y dolor, sin embargo, están presentes en todos los cuentos del volumen. Así, por ejemplo el texto “Desde lo profundo sopla el viento” expone la historia de Genaro, un joven de veinte años que viaja desde Massignano, su pueblo, a Génova y de allí a Buenos Aires y Misiones, donde sus huellas desaparecen y no hay más noticias sobre él. La duda que lo atormentara al principio del relato: “Dejar todo. Dejar a todos” se cumple finalmente. La incertidumbre se instala en el relato. Sin cartas no hay historias para compartir con la familia ni con otros destinatarios. ¿Qué será de Genaro? El hijo, el novio, el amigo, el vecino del pueblo que no da señales de vida. El personaje, que había partido de un pueblito ubicado en la cima de una colina, a cinco kilómetros de la costa del Mar Adriático, desaparece de escena y su trayectoria deberá reconstruirse en relación a esos otros personajes que deja al partir y a los que el narrador vuelve para interrogarlos. Los lectores podrán, como es de esperar, dar algunas posibles respuestas.

Como el libro gira en torno de los migrantes, personas que por distintos motivos viajan atravesando diferentes rutas los símbolos de esas travesías: barcos, anclas, puertos, trenes, estaciones, hoteles, campamentos a cielo abierto y caminos se multiplican y van reconstruyendo los avatares de la propia existencia humana. El libro deja entonces de ser sólo un compendio de historias individuales para resumir una historia colectiva donde sólo cambian los personajes y sus circunstancias.

Los peregrinos deambulan por distintas geografías; también por distintos tiempos que se acumulan en la memoria y se van desplegando cuando despiertan los recuerdos, propios o ajenos. En todos los casos, las narraciones surgen del deseo: deseo de conocer, de rescatar el pasado y los ancestros y deseo de comunicar luego lo que se ha descubierto, de compartirlo. Deseo que en su frenética expansión confluye con la necesidad de encontrar la forma para contarlo. Cito en este caso un fragmento de “Mi querido irlandés»:

“Revuelvo papeles, información que encontré en internet, en un libro que compré por correo, recupero mensajes de mis primas, reviso fotos…” (pág. 61).

El proceso de escritura emerge así ficcionalizado para entrelazar lo imaginado con lo real. Y, confundidas en esta instancia, la autora con la narradora-protagonista, dan cumplimiento al mandato de toda escritura literaria: exorcizar nuestros propios demonios:

“Exorcizo el pasado lejano y destierro tu hambre silenciada para descubrirte entre nosotros. Pinceladas de tu historia, querido bisabuelo, un intento de devolverte la voz olvidada con los años. Es que las historias de los que se fueron se cuentan así, por fragmentos” (pág. 65). Fuera de la ficción nosotros, escritores y lectores, contamos también por fragmentos nuestra propia historia, la historia de los que aún permanecemos. Todo se construye por fragmentos. Porque una vida remite a otra y toda escritura es heredera del pasado y se conecta con el futuro.

En la historia de la literatura argentina, los inmigrantes o emigrantes han sido protagonistas tanto en la narrativa como en el teatro; lo mismo sucede con varios poemas o canciones dedicados a quienes dejan su lugar de origen voluntariamente u obligados por las circunstancias. María Belén Alemán es consciente de esa tradición pues antes de escribir ha leído muchas de las obras ya clásicas sobre el tema y otras nuevas que se van sumando a este corpus. Y porque la lectura y la escritura conforman un movimiento de reactivación recíproca, pudo la autora de El mar de las libélulas pasar de la lectura amorosa en la que se inspiró a la escritura productora de nuevos textos. Tal como algunos de sus personajes, que dejan atrás las penas para apostar por la esperanza de una vida mejor, la autora, fascinada por la esperanza de escribir, asume el Deseo y se instala en él. A través de sus cuentos y relatos aporta una mirada nueva para que el placer se siga compartiendo entre escritor y lector.

Esa vocación de escribir se construye desde el deseo y desde la necesidad de acción. Una idea, un concepto o una imagen que impresionó a la autora la llevaron seguramente a escribir la primera frase de los relatos reunidos en este libro. La disciplina en el trabajo ayudó a darle forma, establecer sentidos y construir cada final. Pero ese largo trabajo sigue siendo atravesado por el deseo que nunca deja en paz a ningún escritor comprometido con el tiempo y el espacio en el que le tocó vivir. Es el deseo de transformar la realidad que no termina de convencer porque duele, porque expulsa, porque reparte en forma desigual, porque está cambiando permanentemente. En fin, los motivos pueden ser muchos pero el deseo de transformar la realidad para mejorarla, para hacerla más justa, más aceptable es lo que percibo yo en este libro.

Aunque varias historias son tristes o verdaderamente trágicas sobrevuela en esta obra una sensación de optimismo que convoca a seguir con la lucha cotidiana. La decisión de escribir es la de construir otro mundo posible, con la certeza de que realmente así será. Tal es el planteo de “La casa más grande” en la segunda parte del libro. Aquí, desde la mirada de un niño y encarnando en él los sentimientos de empatía y solidaridad, se sintetiza la esperanza de un mundo donde todos tengan su lugar, todos “adentro de la casa”.

Los padres dejan a su hijo al cuidado de Ludmila para asistir a los cada vez más numerosos refugiados que llegan a la localidad y que conforman una larga cadena de gente sin casa, ni abrigo, ni comida. Sin destino. Cuando el niño descubre esa realidad que los padres guardaban en secreto se queda profundamente conmovido y empieza a imaginar una posible solución. Empieza entonces a pintar: “Una casa grande para que todos los niños que había visto en las calles pudieran dormir sin frío…”

El pequeño pintor proyecta y dibuja el plano de una vivienda con muchos cuartos, puertas y ventanas y los empieza a pintar: “Mientras los ladrillos pintados se secaban, estiré bien mi dibujo sobre el piso, lo miré una y otra vez para no equivocarme y comencé a levantar las paredes de la casa más grande que jamás había construido solito”.

La imaginación le ayuda al niño a ordenar las ideas y los sentimientos que le abrieron los ojos a una realidad que lo deslumbra con su crudeza. El arte lo salva de caer en el vacío. La narradora, a su vez, reproduce, a través de su relato, ese modo de obrar del niño; utiliza las palabras para recuperar la realidad y ordenarla, según su parecer. Gestiona posibles soluciones. Por eso crea personajes que eligen el voluntariado como una posibilidad de cambio. Para ponerlo en palabras de la propia autora: “Los cuentos y relatos de este libro surgen desde lo profundo, para hacerse viento en el alma, libélulas en el mar”.

domingo, 6 de septiembre de 2020

Una lectura de UN GATO TAN TAAN…, de Ma. Belén Alemán e Inés Virgili, por Ma. de la Paz Pérez Calvo

 

Una lectura de UN GATO TAN TAAN…, DE MARÍA BELÉN ALEMÁN E INÉS VIRGILI

Salta: Mundo Gráfico, 2016. 24 pp. ISBN: 978-9876981361

Comentario de Ma. de la Paz Pérez Calvo

 


María Belén Alemán como escritora e Inés Virgili como ilustradora nos presentan a este gato tan taan…  

El título nos sumerge de lleno en el patio de juegos, en la plaza del barrio, en la hora de la siesta de verano. El ‘tan pero tan…’ es el desafío del mundo infantil: “Mi papá es tan pero tan fuerte que levanta un auto”, comentario que se aúna con la réplica inmediata: “Mi papá es más fuerte que el tuyo. Es tan pero taan fuerte que levanta un auto y un camión”. Y así continúan las exageraciones y la competencia.

Por otra parte el tan pero taan se codea con el chiste: “Era tan pero tan peludo que en lugar de peine usaba rastrillo”; con la ternura: “Era tan pero tan chiquito que dormía en el hueco de una cuchara”; con la compasión: “Era tan pero tan pobre que comía la suela de sus zapatos”.

El tan pero tan nos abre a una infinita gama de emociones, siempre con un toque de humor más o menos evidente, siempre con una sonrisa.

Tenemos en las manos un simpático libro-álbum de autoras argentinas destinado a un público infantil. Cuando hablamos de libro-álbum comprendemos que texto e imagen comparten relevancia y ambos son necesarios en la lectura, no vale leer el texto escrito para después mostrar la imagen, sino que es imprescindible tener ambas informaciones (la verbal y la visual) al mismo tiempo. Portada y contraportada, texto, tipografía e imágenes de Un gato tan taan… fueron diseñadas como una secuencia y sus relaciones internas son cruciales para la comprensión del libro.

Estudios de la psicología y la neurología señalan los beneficios de la lectura infantil, sobre todo cuando ésta considera mucho más que la escucha activa. Un buen libro-álbum favorece un gran número de conexiones mentales en niños y niñas al visualizar las imágenes que se encuentran junto al contenido escrito. Si a esto le sumamos una obra literaria de calidad, que se ajusta a los intereses y capacidades de niños y niñas, estamos ofreciendo una oportunidad para desarrollar su área emocional, cognitiva y sociocultural.

Un gato tan taan… nos relata en primera persona lo que ocurre cuando alguien es especial. En este caso, el gato tiene la cola larga, muy larga, lo que genera, a él y a su dueña, muchas situaciones tragicómicas: hay que dormir con la ventana abierta porque la cola no entra en el cuarto, a la cola la picotean los pajaritos o sirve de soga para escalar el Aconcagua.

Una de las técnicas más sencillas y útiles en la narrativa para niños es la metaficción. La complicidad del autor que hace preguntas, que invita a leer y habla de sí mismo a los lectores es un recurso recurrente en la literatura infantil. Ciertamente los juegos metaficcionales no son funcionales para la trama, pero como los libros-álbum por lo general no poseen una línea argumental el recurso, bien utilizado, se torna de una riqueza exquisita. En Un gato… Belén Alemán se aprovecha de la técnica para dar un imprevisto golpe de efecto. La autora se hace presente desde la voz narrativa en primera persona; luego se introduce en la obra (tanto ella como la ilustradora) con su retrato: los dibujos de sus rostros aparecen en la última página enmarcados y ‘colgados’ de una pared. Hasta aquí, nada inusual. El giro que sorprende y maravilla, el que nos atrapa en este juego ficción-realidad-ficción, es el retrato del gato: este personaje que hasta entonces hemos visto dibujado, también tiene su retrato. Con la salvedad de que el retrato que cuelga de la pared de la última página nos muestra la fotografía de un gato real. Personajes reales que se vuelven dibujo, personaje dibujado que se vuelve real: he aquí una verdadera cinta de moebius literaria.

Mencionamos anteriormente que un libro-álbum por lo general no posee argumento. En efecto, no lo precisa ya que su razón de ser radica en el juego estético entre texto e ilustración. Pero que no cuente con una línea argumental no implica estar desprovisto de un mensaje y un tema. Si tuviéramos que hablar del tema de Un gato tan taan… este sería la observación de la diferencia (en particular, la diferencia por alguna característica física). Utilizamos la expresión ‘observación’ de la diferencia para hacer énfasis en la mirada del observador: una mirada que ve la diferencia con la virtud del asombro y no con rechazo o repulsión. En Un gato tan taan… el reconocimiento de esa desemejanza es tal que las autoras no se inclinan a considerarla buena o mala por sí misma, ni mejor o peor que otra condición; se admite la diferencia en todos sus aspectos, tanto negativos (el gato tiene la cola tan larga que hace renegar porque la confunden con una manguera de la que no sale agua) como positivos (con quince vueltas la cola tan larga se convierte en bufanda). Con el tema de la diferencia planteada de este modo, subyace el respeto por quien la posee, a tal punto que la obra sostiene la no-manipulación, el no cambiar o quitar la diferencia para asemejar, en este caso al gato, al resto de los gatos.

La relación entre el texto y las ilustraciones de Un gato tan taan… se da con dos tipos de diálogos: el de acuerdo o coincidencia y el de ampliación. Acuerdo y coincidencia porque durante las nueve primeras páginas las imágenes, como en cualquier libro ilustrado, acompañan al texto del modo tradicional: no agregan contenido a la historia. Salvo que… salvo un detalle que, si uno mira con atención, llega a descubrir: un pequeño personaje que surge en la página tres y ya no va a dejarnos.

Es de destacar que el texto mismo se muestra en ocasiones como un dibujo. No solo encontramos grafías de distinto tamaño para enfatizar algunas palabras sino que, así como vemos que la larga cola del gato se va desenrollando, subiendo y bajando a lo largo de las ilustraciones, así también hace el texto, ondulando y zigzagueando al compás del movimiento de cola tan larga, creando un simpático caligrama con palabras que quiebran la rectitud del renglón.

El segundo tipo de diálogo lecto-visual que se da en la obra es el de ampliación: las ilustraciones toman protagonismo. El texto súbitamente desaparece para que nos entren de lleno las imágenes. Las páginas diez y once se despliegan en una imagen sin texto, recurso que se repite en los pares veinte y veintiuno, veintidós y veintitrés, veinticuatro y tapa. Esta es la oportunidad para que el lector-grande intervenga con un “¿Y aquí qué pasa?”, invitando al lector-pequeño a que verbalice lo que ocurre y también, por qué no, a inventar otras absurdas y disparatadas situaciones. Debemos aclarar que hemos designado como lector-grande al más avezado, aquel que es capaz de hallar indicios en el texto y pistas en los dibujos. No queremos designar al adulto con la expresión ‘gran lector’ porque entre los lectores pequeños, incluso con su natural inmadurez y su falta de experiencia lectora, ¿no encontramos acaso grandes lectores?

Uno de los recursos utilizados con maestría en Un gato tan taan… es el de la metonimia visual. Nuestro amigo el gato aparece en la tapa, trepado al techo; y en la ilustración de la página dos, dormido hecho un ovillo sobre la cama. A partir de esta página solo veremos del gato la cola que sigue y sigue, encadenando las historias y las imágenes.

No podemos dejar de mencionar que los dibujos originales fueron pintadas con lápices de colores y luego digitalizados, lo que otorga a la obra una calidez inusual, casi conmovedora. Los globos de colores del final y la encantadora lechuza que nos da la bienvenida los rescatamos como ejemplo de la pericia artística de Virgili.

  Pero contenido literario y visual no es todo lo que ofrece este libro. Belén Alemán e Inés Virgili se dan a conocer, como ya mencionamos, en la pared de retratos de la última página y lo hacen con una propuesta más a jugar (y ya van como tantas…). Es un espacio para que el niño se dibuje a sí mismo y deje su huella en la ‘pared de retratos’ junto con las autoras, el ratón y, cómo no, el gato, volviéndose de este modo el libro en un espacio interactivo.

A esto le sumamos que en la contratapa las autoras dicen invitarnos a “un zapping literario y visual”. Es así que lo interactivo y el zapping dejan de ser expresiones o actividades propias de los medios tecnológicos o electrónicos. Este libro-álbum rescata y amplía la propuesta de la televisión, el teléfono móvil o la tablet con la gracia y la calidad estética que solo puede encontrarse entre las tapas de un libro.

Es casi instintivo relacionar el humor y el juego con Un gato tan taan... Humor y juego despiertan una resonancia inmediata asociada a la niñez. Quien más quien menos los hoy adultos alguna vez reímos con la risa fresca y espontánea en medio de nuestros juegos.

Risas, juego, añoranza, libro-álbum. Por esta razón de asociaciones sostenemos la audaz teoría de que el libro-álbum es para adultos.

Destinado a niños, solo puede llegar a ellos de la mano de un adulto mediador, a quien el libro-álbum debió conquistar primero. Si hasta su forma muchas veces precisa dos manos grandes que puedan abrirlo con un solo y certero golpe de página, revelando a los ojos asombrados cada una de sus ilustraciones. Un gato tan taan… con su formato tamaño carta y hoja apaisada necesita un espacio amplio para desplegarse: una mesa, la cama, el piso, las rodillas de mamá o papá… estos son los lugares ideales. También es ideal contar con dos manos grandes que puedan manipularlo: las manos de papá o mamá otra vez, de una abuela o abuelo, de un adulto mediador que se anime a leer y jugar. Porque la lectura de un libro-álbum requiere un tiempo, no ya propicio a la lectura, sino destinado al juego. No es posible acercarse a un libro–álbum sin la predisposición lúdica y sin un espacio amplio para el despliegue del libro y de la imaginación.

El libro-álbum, más que cualquier otro, es un libro para leer en compañía.

Porque la tarea del lector-grande es necesaria para leer un libro-álbum. Es el que abre las puertas de la fantasía para ir a jugar, es quien pregunta “¿Y qué pasa aquí?”. Es el que sugiere seguir con el dedo la cola larga, taan larga del gato; es el que se detiene para que el lector pequeño descubra aquel personaje nunca mencionado pero que aparece una y otra vez en los dibujos. El lector-grande es el que aprovecha los ganchos de ropa para pellizcar haciendo cosquillas o se deja llevar por el sonido de la flauta y sopla hasta arrancar carcajadas.

Un gato tan taan… ha llegado para que podamos interactuar y hacer zapping hasta descubrir el detalle de cada imagen; llega para que nos llenemos la panza de risas, los ojos de colores y la cabecita de imaginación. Llega y se queda, sí, para ser leído de a dos, o “de a tres, de a seis o de a diez…”. (Alemán, 6)

 

María de la Paz Perez Calvo

Lic. en Psicología

Mayo 2019

La escritura de lo incesante. Notas sobre El mar de las libélulas de María Belén Alemán, por Raquel Guzmán

  Publicado en lagaceta.com.ar - 31 de octubre de 2022 Qué haré con lo que he mirado? (Sara San Martín, "Miradas")   Soy l...