Ma. Elena ya no está entre nosotros, es cierto, pero quedan sus libros, sus canciones, sus personajes conmovedores e inolvidables. Queda su palabra comprometida con su tiempo y su gente que la llevó a exiliarse en París junto a Leda Valladares para poder cantar y decir libremente: "Porque me duele si me quedo, pero me muero si me voy, por todo y a pesar de todo, mi amor yo quiero, vivir en vos..." No obstante, volvió a su país por amor a su pueblo, a sus jóvenes lectores, a su público de siempre y nuevo. Porque Ma. Elena fue y será un puente entre diferentes generaciones. ¿Quién no ha tarareado alguna vez sus temas? ¿Quién no se ha reído con sus poemas frescos, pícaros, imaginativos y plenos de juegos lingüísticos?
Al momento de escuchar la noticia de su muerte comenzaron a desfilar por mi casa el Mono Liso bailando el twist en el País del no me acuerdo, mientras la Reina Batata tiembla de miedo en la cocina y la tortuga Manuelita parte en busca de su novio. En mi jardín floreció "una flor y otra flor celeste del jacarandá", a lo lejos escuchaba a la vaca de Humahuaca rumiar sola la lección y Osías, el osito era invitado a tomar el té con tetera de porcelana que no se vé, "yo no sé por qué". También aparecieron Dailan Kifki, Doña Disparate, Tutú Marambá, los animales del Zoo Loco y los divertidos personajes de Gulubú. Basta abrir un libro de Ma. Elena o escuchar alguna canción para querer seguir haciéndolo, señal de que está y estará siempre viva entre nosotros, con sus ojos transparentes y su valiente sonrisa. Sus poemas, sus obras de teatro, ensayos, cuentos y canciones seguirán dejando huellas, trascendiendo fronteras y generaciones...
Al momento de escuchar la noticia de su muerte comenzaron a desfilar por mi casa el Mono Liso bailando el twist en el País del no me acuerdo, mientras la Reina Batata tiembla de miedo en la cocina y la tortuga Manuelita parte en busca de su novio. En mi jardín floreció "una flor y otra flor celeste del jacarandá", a lo lejos escuchaba a la vaca de Humahuaca rumiar sola la lección y Osías, el osito era invitado a tomar el té con tetera de porcelana que no se vé, "yo no sé por qué". También aparecieron Dailan Kifki, Doña Disparate, Tutú Marambá, los animales del Zoo Loco y los divertidos personajes de Gulubú. Basta abrir un libro de Ma. Elena o escuchar alguna canción para querer seguir haciéndolo, señal de que está y estará siempre viva entre nosotros, con sus ojos transparentes y su valiente sonrisa. Sus poemas, sus obras de teatro, ensayos, cuentos y canciones seguirán dejando huellas, trascendiendo fronteras y generaciones...
Me gusta pensar que la Walsh, desde otra vereda, también era esto:
ResponderEliminarEVA
Calle
Florida, túnel de flores podridas.
Y el probrerío se quedó sin madre
Llorando entre faroles con crespones.
Llorando en cueros, para siempre, solos.
Sombríos machos de corbata negra
Sufrían rencorosos por decreto
Y el órgano por radio del Estado
Hizo durar a Dios un mes o dos.
Buenos Aires de niebla y de silencio.
El Barrio Norte tras las celosías
Encargaba a París rayos de sol.
La colina interminable para verla
Y los que maldecían por si acaso
No vayan esos cabecitas negras
A bienaventurar a una cualquiera.
Flores podridas para Cleopatra.
Y los grasitas con el corazón rajado,
Rejado en serio. Huérfanos. Silencio.
Calles de invierno donde nadie pregona
El líder, Democracia, La Razón.
Y Antonio Romo calla “amémonos”.
Un vendaval de luto obligatorio.
Escarapelas con coágulos negros.
El siglo nunca vio muerte más muerte.
Pobrecitos rubíes, esmeraldas,
Visones ofrendados por el pueblo,
Sandalias de oro, sedas virreinales
Vacías, arrumbadas en la noche.
Y el odio entre paréntesis, rumiando
Venganza en sótanos y con picana.
Y el amor y el dolor que eran de veras
Gimiendo en el cordón de la vereda.
Lágrimas enjuagadas con harapos,
Madrecita de los desamparados.
Silencio, que hasta el tango se murió.
Orden de arriba y lágrimas de abajo.
En plena juventud. No somos nada.
No somos nada más que un gran castigo.
Se pintó la república de negro
Mientras te maquillaban y enlodaban.
En los altares populares, santa.
Hiena de hielo para lo gorilas
Pero eso sí, solísima en la muerte.
Y el pueblo que lloraba para siempre
Sin prever tu atroz peregrinaje.
Con mis ojos la vi, no me vendieron
Esta leyenda, ni me la robaron.
Días de julio del 52.
¿Qué importa dónde estaba yo?
II
No descanses en paz, alza los brazos
No para el día del renunciamiento
Sino para juntarte a las mujeres
Con tu bandera redentora
Lavada en pólvora, resucitando.
No sé quién fuiste, pero te jugaste.
Torciste el Riachuelo a Plaza Mayo,
Metiste a las mujeres en la historia
De prepo, arrebatando los micrófonos,
Repartiendo venganzas y limosnas.
Bruta como un diamante en un chiquero
¿Quién va a tirarte la última piedra?
Quizás un día nos juntemos
Para invocar ti insólito coraje.
Todas, las Contreras, las idólatras,
Las madres incesantes, las rameras,
Las que amaron, las que te maldijeron,
Las que obedientes tirad hijos
A la basura de la guerra, todas
Las que ahora en el mundo fraternizan
Sublevándose contra la aniquilación.
Cuando los buitres te dejen tranquila
Y huyas de las estampas y ultraje
Empezaremos a saber quién fuiste.
Con látigo y sumisa, pasiva y compasiva,
Única reina que tuvimos, loca
Que arrebató el poder a los soldados.
Cuando juntas las reas y las monjas
Y las violadas en los teleteatros
Y las que callan pero no consienten
Arrebatemos la liberación
Para no naufragar en espejitos
Ni bañarnos para los ejecutivos.
Cuando hagamos escándalo y justicia
El tiempo habrá pasado en limpio
Tu prepotencia y tu martirio, hermana.
Tener agallas, como vos tuviste,
Fanática, leal, desenfrenada
En el candor de la beneficencia
Pero la única que se dio el lujo
De coronarse por los sumergidos.
Agallas para defender a muerte.
Agallas para hacer de nuevo el mundo:
Tener agallas para gritar basta
Aunque nos amordacen con cañones.