El elogio a la imaginación en Gianni Rodari
Por
María Belén Alemán
“Libros para niños productores de cultura y de valores, no para niños
consumidores pasivos de valores y de cultura producidos y dictados por otro”. Gianni Rodari
Con este artículo quiero rendir un homenaje al escritor y
al pedagogo que me acompañó durante
mis años de docente en ejercicio. Su Gramática
de la fantasía y sus cuentos fueron mis fieles compañeros iluminando mi
práctica. Sus estrategias de escritura fueron siempre una fiesta entre mis
alumnos de los talleres del nivel primario, del nivel secundario en las
escuelas donde me desempeñé y en el Nivel Terciario con los futuros docentes. Hasta
hoy atesoro algunos textos escritos por mis alumnos con libertad, sin coerción,
sin necesidad de seguir reglas sintácticas u ortográficas, escribiendo al fluir
de la conciencia, uniendo binomios fantásticos, tirando palabras al estanque,
jugando con personajes, finales, etc., etc. La sintáxis y la corrección
vendrían después. Primero la libertad de imaginar, de crear mundos increíbles
donde todo es posible. Y la escritura fluía en cada uno. El trabajo de
corrección siempre es posterior y viene por deseo de pulir un texto que se
siente propio, que surgió del juego pero que, muchas veces, habla de miedos,
desafíos, desencuentros, recuerdos, situaciones que en lo insólito dicen algo
de la vida de cada niño/adolescente/adulto.
Entrar
en el mundo literario de Gianni Rodari es ingresar en senderos inesperados,
donde el humor, los hallazgos expresivos, la imaginación y la creatividad son
la marca registrada de sus historias. Hablar del hombre, del escritor y del
pedagogo es un pequeño homenaje que le debo.
Aproximación
a Rodari, el hombre, el escritor:
Algunos datos de la biografía de Rodari podrían
sugerirnos una personalidad introvertida, triste y melancólica porque su
historia personal fue difícil. Quedó huérfano de padre a los 9 años. Su madre
lo envío interno al Seminario San Pietro Martire en Seveso pero Giovanni no se
ajustó al mismo y al año siguiente fue a un pensionado para asistir al Istituto
Magistrale. En 1937 se graduó de maestro. Rodari no gozaba de buena salud y por
eso mismo fue exceptuado de ir al frente durante la Segunda Guerra Mundial. Sin
embargo su hermano Cesare la padeció y terminó en un campo de concentración
nazi y sus dos mejores amigos murieron en el hundimiento de naves militares en
medio de la guerra. Estos hechos trágicos marcaron su vida y lo llenaron de
angustia, pero la literatura fue su refugio y en ella el humor una posibilidad
de desterrar el horror y la docencia fue el lugar donde promover acciones para
forjar un mundo más amigable y solidario.
Años más tarde se afiliaría al Partido Comunista italiano
donde se inició en el periodismo. Escribió los primeros textos para niños en
las páginas de L´Unitá, Vie Nuove y Noi Donne a pedido de los directores con el
seudónimo de Francesco Aricocchi. En el primer diario mencionado dirigió la
sección Doménica dei piccoli (El domingo
de los pequeños). En 1951, durante la Guerra Fría, publica su primer libro
pedagógico El manual del pionero y
fue excomulgado del Vaticano que sostenía que era un “ex seminarista cristiano
divetanto diabólico” y quemaron libros suyos. Hasta su muerte, en 1980,
escribió más de cincuenta libros para niños y obtuvo el máximo galardón de los
escritores para la infancia: el Premio Hans Christian Andersen (1970).
Cuenta Rodari que se convirtió en escritor para niños por
casualidad: “Fue una necesidad profesional: en una página dominical, del periódico
donde trabajaba, se necesitaba algo para niños. Y así he comenzado a escribir
narraciones. Ha sido un descubrimiento, incluso para mí, que después me ha
acaparado, me ha gustado, incitándome a comprender qué oficio era, qué sentido
tenía”.
Docente andariego, fue tomando nota de los intereses de
los niños y sus motivaciones en cada escuela que visitaba y así fue
construyendo una “base de datos” de estrategias de escritura para desarrollar y
fortalecer el humor y la fantasía que de por sí tienen los niños que demasiadas
veces las instituciones y los adultos asfixian. Propuso una educación
desestructurada, muy diferente a lo que venía ocurriendo con la escuela
italiana, como ampliaremos más adelante.
Podemos hablar, entonces, de varios Rodaris: uno que es
periodista y militante comunista, otro el pedagogo rebelde y generoso y un
Rodari escritor para la infancia que huye del didactismo y la moraleja para exaltar
la fantasía y creatividad. En su
discurso, al recibir el Premio Andersen expresó que “se puede hablar de los hombres incluso
hablando de gatos y se puede hablar de cosas serias e importantes incluso
contando cuentos alegres (…) Se necesita mucha fantasía y
una fuerte imaginación para ser un verdadero científico,
para imaginar cosas que no existen todavía y descubrirlas, para imaginar un
mundo mejor de ese en el que vivimos y ponernos a trabajar para construirlo”.
Cuando Rodari habla de “fantasía” no lo hace en referencia a una
invención sin límites que sólo está en la mente de quien imagina. No habla de
un fantasear inconexo, gratuito, por el mero afán de evadirse de la realidad.
Su interés pasa por la capacidad liberadora que tiene lo fantástico en la formación infantil. Dice Beatriz
Robledo: “La obra de Rodari no sólo está
lejos de un concepto estereotipado de lo fantástico, sino que logra realmente
demostrarnos la imbricación entrañable que existe entre realidad y fantasía;
cómo lo fantástico devela aspectos ocultos de la realidad otorgándole –en su
caso con mucho mayor énfasis– una función liberadora y transformadora”.
Sus historias son principalmente lúdicas, plenas de
juegos lingüísticos y de una pródiga imaginación. Para él, los lectores deben
tener un rol activo. Así lo experimentamos, por ejemplo, en sus Cuentos para jugar en el que
los niños pueden elegir distintos finales. Por cada historia hay tres
finales posibles. El lector se involucra en la historia y termina siendo, de
alguna manera, un escritor ya que es quien debe decidir el desenlace del cuento.
Rodari escribe breves composiciones infantiles
generalmente rimadas llamadas “filastrocche”, retahílas y cuentos. Si bien en
sus narraciones suele seguir una estructura tradicional, su escritura y sus
personajes no son para nada convencionales. No encontraremos ni hadas ni reyes
en sus páginas, sino robots, teléfonos,
televisores, animales humanizados (pero lejos de las fábulas aleccionadoras), una
niña pequeñísima que se cae en lugares insólitos como ocurre en Los traspiés de Alicia Paf o un hombrecito que vive en las nubes y tiene
mucho trabajo abriendo y cerrando los grifos que hay en ellas para hacer llover
o dejar de llover como en El hombrecito
de la lluvia… sólo por nombrar algunos de los muchos libros que escribió
con personajes queribles y tiernos que nos zambullen en historias que seducen a
niños y adultos. Nos asombra su fecunda e inagotable imaginación. El mundo de
la fantasía en el que nos sumerge – donde todo es posible – es verosímil y
coherente dentro de cada ficción, como sucede cuando una historia está bien
contada. Hay una adecuada elección del narrador y una lógica interna que permite
que las acciones y la anécdota fluyan sin contratiempos. Como lectores, no nos
preguntamos si lo que estamos leyendo/escuchando es real o no a pesar de que no
comiencen con el clásico “Había una vez…” de los cuentos maravillosos que ya
nos hacen un guiño de credulidad literaria. Las desopilantes historias de
Rodari, escritas para divertir, no para instruir, nos sumergen en la ficción
sabiendo que lo que allí ocurre es verosímil y congruente dentro de la historia
y el juego imaginativo.
El objetivo de Rodari escritor es salir del lugar común y
permitir que la palabra se suelte, divierta, sonría, cobre vida y salga de estereotipos
y costuras que ajustan. No son cuentos para educar, no hay moralina. Hay
divertimento pero en ese entretener se desarrollan temas fundamentales para el
crecimiento del niño. Igual que Rodari, estamos convencidos de que la buena
literatura no es la que explicita moralejas o mensajes, ni la que se escribe
por encargo para abarcar determinados temas del currículum escolar. La
literatura crea y forja valores por sí misma, en la acción de sus personajes
que viven de la experiencia misma, que aprenden en la vida y de los propios
errores. Rodari escribe para el “niño-que-juega” porque, sostiene, los libros
que se escriben para el “niño-alumno” son los que perecen, “no permanecen, no resisten el paso del tiempo, a las transformaciones
sociales, las modificaciones de la moral ni tan siquiera a las conquistas
sucesivas de la pedagogía y de la psicología infantil. Los libros nacidos de la
imaginación y para la imaginación, sin embargo, permanecen, y, a veces, hasta
incluso se hacen más grandes con el tiempo. Se tornan en "clásicos".
Rodari
y el surrealismo:
Rodari se nutre del
surrealismo y de algunas de sus estrategias de escritura. El pensamiento
surrealista se acomoda a su convicción de imaginación y libertad. Al igual que
los surrealistas, considera que la libertad es un derecho que nadie debe
perder. Ya lo dice Bretón en su Primer Manifiesto: “únicamente la palabra libertad tiene el poder de exaltarme. Me parece
justo y bueno mantener indefinidamente este viejo fanatismo humano.” Y sobre
la imaginación agrega Bretón: “Amada
imaginación, lo que amo en ti es que jamás perdonas. A nosotros corresponde
utilizarla sabiamente. Reducir la imaginación a la esclavitud…es despojar a
cuanto uno encuentra en lo más hondo de sí mismo del derecho a la suprema
justicia. Tan solo la imaginación me permite saber lo que puedo llegar a ser…”
Convencido del poder transformador de la palabra Rodari
recorrió escuelas de Italia narrando historias y creándolas con y para los
niños. Como él mismo nos comenta: “Contaba
a los niños, un poco por simpatía, un poco por ganas de jugar, historias sin la
menor referencia a la realidad ni al sentido común que inventaba sirviéndome de
las técnicas promovidas y a la vez despreciadas por Bretón” (pag. 6).
Cuando descubrió a los surrealistas franceses entendió
que había todo un campo para explorar con los niños y la escritura. Consideraba
que allí estaba la forma de trabajar la “Fantástica”, como él la llamaba. Investigó las “constantes” de los mecanismos
de las leyes de la fantasía, de la invención y los puso a disposición de
docentes y padres en su Gramática de la
fantasía: “el proceso creativo es
inherente a la naturaleza humana y, por tanto, está al alcance de todos, con
toda esa alegría para expresarse.” Su deseo es convertir la imaginación en “un instrumento para la educación
lingüística (aunque no solo en eso…) de los niños” (pág. 7). Y por tal
motivo nos ofrece su “opúsculo”, su tratado literario, donde brinda,
generosamente, diferentes estrategias para inventar historias.
Del surrealismo toma el carácter lúdico de la creación,
el estar en contra de la norma, la importancia de la sorpresa y la creación de
otra realidad. Una de las técnicas que Rodari propone es mezclar los titulares
de diarios y sacar al azar para armar un texto. Muchos surrealistas armaban así
sus poemas y jugaban con palabras y titulares y también creando colectivamente
con el “cadáver exquisito”. En Rodari lo insólito, lo inesperado, rompe significaciones
para otorgar nuevas en una multiperspectiva y determinar una coherencia interna
propia. Así ocurría también en el surrealismo. La característica más
sobresaliente de la que Gianni se apropia es la de rebelarse al racionalismo. También
sugiere a sus alumnos la escritura automática que proponía Freud: escritura
libre de todo control de la razón y sin preocupación estética ni moral.
Su
Gramática de la
Fantasía promueve la libertad de la palabra, libertad de la imaginación. Y
todo, hasta el más mínimo objeto o situación, es materia de escritura. Enseña a
los niños a ser grandes observadores para poder escribir y crear uniendo
objetos que parecieran no tener nada que ver entre sí, como lo propone en su
técnica del binomio fantástico. Sus historias se desarrollan a través de juegos
de palabras, el absurdo, el calambur, pequeñas sátiras, en definitiva, todo lo
que un niño busca en sus juegos y en los libros.
Su libro Retahilas
de cielo y tierra toma como leit motiv los signos de puntuación y lo hace
con gracia, con soltura, con imaginación. Por otra parte, casi sin darse
cuenta, los niños van aprendiendo jugando la importancia y uso de estos
pequeños signos fundamentales en nuestro idioma. También su postura política
salpica su escritura.
El dictador
Un minúsculo puntito, / muy soberbio e iracundo,
gritaba: «¡Después de mí / solo queda el fin del mundo!».
Las palabras protestaron: / «Este chico está fatal;
no es más que un punto y aparte / y se cree el punto
final».
Lo dejaron solo en medio / de la la página, chillando,
y una línea más abajo / el mundo siguió girando.
El
caso de un paréntesis
Pues érase que se era / un paréntesis abierto
que se olvidó de cerrar / un alumno muy poco despierto.
El pobre agarró un resfriado / por culpa de aquel
majadero,
y se puso a estornudar, / desesperado.
Cuando pasó el achuchón, / hizo escribir a un pintor
el siguiente cartelón: / «¡Quien me abra, que me cierre,
por favor!»
Rodari fue crítico de la sociedad y de su época. Su
ideología subyace en algunas historias porque tienen que ver con el ser profundo
del autor. Su visión de la infancia viene del marxismo que sostenía que el niño
estaba condicionado por la sociedad, por su sistema económico y social, es
decir, por el entorno. Pero también el niño es digno de todo respeto y desde
ese lugar escribe Rodari.
O sea que no todo es juego y divertimento. Rodari también
aborda temas como el racismo, las dictaduras, la guerra y la paz. Recomendamos
la lectura de los cuentos Uno y siete
y Jaime de Cristal. Este último cuenta la historia de un niño transparente. A través
de su cuerpo se podía ver palpitar su corazón y sus pensamientos. Un día subió
al gobierno de su país un terrible dictador. Fueron tiempos de injusticias,
abusos y muchas miserias para el pueblo. Nadie podía protestar porque sabían
que si lo hacían desaparecerían o serían fusilados. Pero Jaime no podía
permanecer en silencio. Aunque callara, sus pensamientos hablaban por él porque
al ser transparente todos leían su desprecio a las injusticias, a la violencia
y su condena al tirano. Con los pensamientos de Jaime, que la gente repetía a
escondidas, volvía un poco la esperanza. El tirano lo encarcela pero algo
extraño sucede: “Las paredes de la celda
en que había encerrado a Jaime se volvieron transparentes, y luego también las
paredes del edificio y, finalmente también, los muros exteriores de la prisión.
La gente que pasaba cerca de la cárcel veía a Jaime sentado en su taburete,
como si la prisión fuese también de cristal y continuaba leyendo sus
pensamientos. Por la noche, la prisión esparcía a su alrededor una gran
luminosidad y el tirano hacía cerrar todas las cortinas de su palacio para no
verla pero así no conseguía dormir. Incluso estando encarcelado, Jaime de
Cristal era más poderoso que él, porque la verdad es más poderosa que cualquier
otra cosa, más luminosa que el día, más terrible que un huracán.”
Cuentos como estos con-mueven, movilizan pensamientos y
sentimientos, permiten el diálogo y la reflexión con los niños sobre temas
complejos. Es una corriente menos desarrollada de Rodari pero no menos
importante.
Hacia una pedagogía de la imaginación:
“No se puede concebir una
escuela basada en la actividad del niño, en su espíritu e investigación, en su
creatividad, si no se coloca a la imaginación en el lugar que merece en la
educación” Gianni Rodari
Rodari abogaba por una escuela vívida, creativa, abierta
a la imaginación, lejos de la concepción tradicional de escuela que él mismo
había vivido en su infancia. Desarrolla una pedagogía de la imaginación o de la
creatividad. Escribe su Gramática de la
fantasía esperando que sean útiles “a
quien cree en la necesidad de que la imaginación ocupe un lugar en la
educación; a quien tiene confianza en la creatividad infantil; a quien conoce
el valor de liberación que puede tener la palabra. El uso total de la palabra para todos…no para que todos sean artistas,
sino para que nadie sea esclavo.” (pág. 8) Conceptos fundamentales de
su ideología; postura crítica y convocante, valor de la palabra liberadora para
todos. Por ese poder enorme que tiene la palabra es que hay que conocerla, explorarla
y saber hacer un buen uso de ella, un uso para la libertad. Los niños y niñas
tienen derecho a conocer su idioma, enriquecerlo, domarlo, recrearlo porque
como sostenía Wittgenstein: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. No conocer
la propia lengua empobrece al ser humano. Hablar nos da la posibilidad de
constituirnos, de aprehendernos y aprehender al otro, constituir el mundo. El
lenguaje nos permite ser, mostrarnos, preguntar, bucear en el propio interior, decir
lo que sentimos, pensamos, somos, interactuar con otros para comprender y
comprendernos. Dice Octavio Paz, en El arco y la lira: “La palabra es el hombre mismo.
Estamos hechos de palabras. Ellas
son nuestra única realidad, o, al menos, el único testimonio de nuestra
realidad. No hay pensamiento sin
lenguaje, ni tampoco objeto de conocimiento.”
El lenguaje tiene una
capacidad transformadora, es por el lenguaje que nos reconocemos como seres humanos
y convivimos. El mundo se nos revela a través del lenguaje, somos lenguaje…
Liberar a la palabra de todo corset, confiar en el poder
liberador de la palabra y de la imaginación, donde la diversión y la didáctica
se funden y confunden sin estructuras rígidas. Hasta la actualidad, docentes y
talleristas recurren a su Gramática de la
fantasía para la creación literaria desde lo lúdico. La capacidad de crear
es inherente a hombres y mujeres y, por eso mismo, hay que darles a los niños
la oportunidad de desarrollarla plenamente porque en el desarrollo de la
creatividad está el germen de un crecimiento sano y liberador. Por eso mismo,
Rodari propone una educación audaz, creativa, llena de imaginación, de vida, de
corazón, de gente pensante y atrevida. Propone
brindar tiempos, espacios y estrategias a los niños para que puedan crear sin
condicionamientos, sin presiones, sin restricciones, sacando afuera, a partir
de la escritura, sus ganas de decir, sus conflictos, sus motivaciones. Una “creatividad
socializada”, porque sus propuestas son lanzadas al aire en una clase donde uno
y otro niño van tomando y sumando ideas, asociando palabras, buscando,
descubriendo y compartiendo el momento único y mágico de la creación. Se parte,
primero, de un impulso, de un no sentido, tal vez, pero que se va moldeando
hasta corporizarse en un texto vivo desde la primera palabra hasta el punto
final. “Objetos que estaban cada uno por
su lado, en su paz o en su sueño, son como llamados a la vida, obligados a
reaccionar, a entrar en relación entre sí… Innumerables acontecimientos, o
miniacontecimientos, se suceden en un tiempo brevísimo… Igualmente una palabra,
lanzada al azar en la mente, produce ondas superficiales y profundas, provoca
una serie infinita de reacciones en cadena, implicando en su caída sonidos e
imágenes, analogías y recuerdos, significados y sueños, en un movimiento que
afecta a la experiencia y a la memoria, a la fantasía y al inconsciente…”
(pág. 9)
Para Gianni la creatividad y todas sus técnicas deben
servir a los niños, no servirse de ellos. Por eso sostiene que la educación de
un niño implica la reeducación constante del adulto y que es el docente el que
debe aprender cómo enseñar. Conceptos muy actuales. Rodari sostenía que
cualquier niño es un hecho nuevo y con él el mundo debía empezar de cero. Y en
la infancia todo empieza por el juego, juego como posibilidad de libertad y de
expresión.
Algunos antecedentes:
Podemos citar como antecedentes de Rodari las ideas de
Rousseau (1712-1778) que ya en el siglo XVIII afirmaba que la educación debía
centrarse en el niño, no en el adulto. En su época se educaba a los niños como
si fueran adultos en pequeño. Rousseau reniega de ese pensamiento y sostiene
que el niño y el adolescente tienen maneras de ver, pensar y sentir que le son
propias, diferentes a las de un adulto. Por lo tanto, un maestro debe tenerlas
en cuenta, conocerlas y respetarlas. La educación debe ser gradual y esperar la
marcha natural de cada niño donde el adulto debe intervenir lo menos posible.
Está a favor de la enseñanza por la experiencia misma, no tanta educación
verbal: “El niño no sabe algo porque se
lo has dicho sino porque lo ha comprendido él mismo”. Propone, entonces,
que a los niños se les ofrezcan métodos y estrategias para despertar su interés
y no su aburrimiento. Rousseau plasma sus ideas pedagógicas en el libro Emilio o De la educación. Insiste en la
importancia de estimular el deseo de aprender y que la educación de un niño
comienza desde su nacimiento. La libertad de aprender y desde la propia
experiencia son fundamentales: “Asignad a
los niños más libertad y menos imperio, dejádles hacer por sí mismos y exigir
menos de los demás.”
Años después Johan Heinrich Pestalozzi (1746-1827)
defendería la individualidad del niño y la necesidad de que los maestros fueran
preparados para lograr un desarrollo integral más que implantarles
conocimientos. Para este iniciador de la Pedagogía
Popular el proceso de desarrollo humano tanto en lo sensitivo, moral como
intelectual debían seguir el curso evolutivo de la naturaleza del niño, sin
adelantarse. Y para ello el método de la intuición era fundamental. Pestalozzi
cuestiona la educación tradicional y aboga por una escuela para los más
postergados. Sus ideas influyeron mucho en el mundo occidental.
Después de la Primera Guerra Mundial, por 1919, Rudolf
Steiner, austríaco, Doctor en Filosofía y Letras, desarrolla la Pedagogía Waldorf que hasta hoy tiene
seguidores y escuelas que continúan con sus postulados. Anotamos, muy
brevemente, un par de ideas pedagógicas de Steiner: fomenta el aprendizaje cooperativo
e individualizado donde los niños pasan a ser sujetos activos de sus propios
aprendizajes. Propone una escuela más libre y la necesidad de adaptarse al
proceso madurativo del alumno.
En estas aguas parecen abrevar las ideas de Rodari muchos
años después. Si bien sus experiencias pedagógicas se centran, sobre todo, en
el hecho de “crear y escribir”, su pensamiento tiene en cuenta la imperiosa
necesidad de liberar la escuela de las estructuras estáticas ya que el niño
aprende siendo partícipe activo de su aprendizaje. Hoy eso no se discute, pero
en la época de Rodari implicaba una mirada renovadora y diferente sobre la
institución educativa. Promueve una escuela no represiva ni castigadora sino un
espacio de libertad donde el esfuerzo, el interés y lo lúdico se equilibren y
complementen, donde el error pueda generar un aprendizaje y disparar nuevas
propuestas y preguntas. Se rebela contra la pedagogía punitiva y conservadora
para confiar plenamente en el poder liberador de la imaginación.
Lector de Croce, Hegel, Marx, Engels, Husserl, Sartre
Russel, Dewey y, sobre todo, de Vygostki, Piaget y Brunner, entre muchos otros,
Rodari insiste en que fomentar la fantasía y la imaginación son herramientas
poderosas para el crecimiento del niño. Toma de Vygostki la idea de que la
imaginación es un modo de operar de la mente humana y reconoce que todos los
hombres sin distinción tienen en sí aptitud para la creatividad. No es un
talento reservado a artistas o elegidos. Y allí comienza su adhesión al juego,
al juego como reelaboración creadora, el juego como “un proceso a través del cual el niño combina entre sí los datos de la
experiencia para construir una nueva realidad, que responda a sus curiosidades
y necesidades… es necesario que el niño, para nutrir su imaginación y aplicarla
a tareas adecuadas, que refuercen sus estructuras y amplíen sus horizontes,
debe crecer en un ambiente rico en impulsos y estímulos en todas direcciones.” (pág.
161)
Rodari despliega su gran labor pedagógica por los años
60. Como ya esbozamos, en las escuelas ofrece nuevas técnicas o estrategias de
escritura que derivan también en otros aspectos de la enseñanza en
general. No le resultará fácil que los
docentes dejen de lado años de estructuras rígidas y moldes prefijados. Durante
demasiado tiempo la escuela se ocupó de desarrollar, sobre todo, la atención y
la memoria. Clases donde “escuchar pacientemente y recordar escrupulosamente”
eran la base de la escuela modelo. Con su Gramática
de la Fantasía, Rodari no quiso dar recetas ni elaborar una teoría, sino
acercar a docentes y padres propuestas que llenen de estímulos el ambiente en
el que crece el niño porque “la mente es
una. Se creatividad se ha de cultivar en todas las direcciones.” (pag. 162)
Habla de la creatividad como “pensamiento divergente”, o sea, un pensamiento “capaz de romper continuamente los esquemas
de la experiencia. Es creativa una mente… dispuesta a hacer preguntas, a
descubrir problemas donde los demás encuentran respuestas satisfactorias, que
se encuentra a sus anchas en las situaciones fluidas donde otros solo husmean
peligro; capaz de juicios autónomos e independientes, que maneja objetos y
conceptos sin dejarse inhibir por los conformismos.” (pág. 163)
Pero, en muchas ocasiones, su Gramática
fue tomada fragmentariamente, como técnicas aisladas reduciéndola solo a juegos
de escritura y no como un compendio de reflexión y transformación de la
escuela. Hay que tener en cuenta el compromiso con el que encaró su propuesta y
el sentido liberador y revolucionario de la misma. Llevó sus ideas a la acción,
acompañó a los niños en su desarrollo creativo, como sujetos activos, sembró el
deseo de cambiar su pequeño mundo, sembrar en las mentes infantiles la creencia
de que cada uno puede cambiar lo que ve que está mal y hacer su aporte a la
sociedad. En su idealismo, analiza la
sociedad de su tiempo donde importan más los que producen y reproducen sin
voluntad. Sostiene que para cambiarla se requieren hombres creativos que sepan
utilizar su imaginación para transformar el mundo. Rechaza el conformismo y las
escuelas represivas promulgando una pedagogía de la imaginación, una escuela
audaz. Desde esta perspectiva el maestro es un animador, un promotor de la
creatividad. No tiene todo el saber ni lo transmite en su totalidad, sino que
va sembrando intrigas y curiosidades, motivando intereses, generando
inquietudes para que maestro y alumno trabajen juntos, cooperativamente,
buscando respuestas y generando más preguntas. El niño no es un consumidor
pasivo, es un creador, un hacedor de valores y cultura. Estos postulados hoy no
son novedosos, pero miremos hacia atrás y en su tiempo y lugar fue innovador. Rodari
habla desde su vasta experiencia escolar y desde su lucha político-cultural de
muchos años. Una dedicación comprometida a sus ideales y posiciones frente a la
educación en Italia donde él definía a las escuelas como “reformatorio por
horas”.
A manera de síntesis…
La fantasía prepara el camino para desarrollar el
pensamiento propio. Y desde lo lúdico se llega al niño para estimularlo ya que
el aburrimiento es enemigo del pensamiento. Preguntar, asediar al objeto,
imaginar, salir del status quo, deconstruir para volver a construir desde otro
lugar, atreverse a jugar, liberarse, sujetos activos… son postulados inherentes
al pensamiento rodariano. Lo significativo es que no se quedó en teorizaciones,
experimentó y llevó a la práctica sus propuestas.
En las historias escritor y lector se encuentran en
pactos profundos y únicos. El proceso de escritura ya desde la infancia abre un
mundo de posibilidades, es un camino de exploración y una conexión directa con
la lectura. Leer y escribir son dos aspectos de un mismo proceso. En la lectura
y escritura circulan sentimientos, búsquedas, emociones. Desarrollar la fantasía,
la imaginación, colabora a que los niños encuentren soluciones a problemas de
su vida cotidiana; ensanchar las habilidades comunicativas ofrece a los
niños/as mayor seguridad, posibilidad de decirse, de defenderse, de generar
encuentros. Posibilidad de explorar el imaginario, estimular los sentidos,
favorecer los afectos. Entre juegos y obstáculos se vivencian experiencias
donde cada palabra, cada frase generada por los niños es escuchada y
revalorizada.
Rodari sostiene que hay una conjunción binaria entre el
lenguaje y la realidad que tiene movilidad, se pueden alterar incluso al azar
para crear una historia sugerente. A través del juego provoca el asombro, el
extrañamiento y así lenguaje y realidad entran en sintonía para derribar
estereotipos e imaginar y crear. Es la hipótesis fantástica para la creación de
un buen cuento. “Rodari estrujaba el lenguaje
con la emocionante promesa de que de allí brotarían nuevas maneras de ver y
entender la realidad. Y eso se ve muy claramente reflejado en su producción
literaria”. Sus obras son comprometidas, desmitificadoras y lúdicas.
Si la motivación parte de una necesidad interna y
personal, la escuela debe fomentar esa necesidad de manera libre y abierta,
creando el interés, el “estar entre” desde un lugar de convivencia armónica, tolerante
y equilibradora. La lectura y escritura colaboran grandemente en estos
aspectos. Escribir implica búsqueda, exploración, abrir puertas y ventanas al
mundo de afuera y al interno. El vínculo con la palabra se engrandece para liberar
al niño.
Por otra parte, cree a los niños se les
pueden ofrecer libros de cualquier temática, donde se hable de problemas de su
tiempo, de su lugar, de su edad. Los niños son sensibles aunque, a veces, estén
algo distraídos. Pero son sensibles a su entorno y a lo tumultuoso de cada
época. Cualquier tema es factible de abordarse, importa el cómo, no el qué: “Con los niños puede hablarse de todo, siempre que
se les pida ayuda para hallar el lenguaje justo para hacerlo”.
Los aportes de Rodari fueron tan valiosos que hasta hoy siguen
en vigencia. Un legado para quienes creen en la necesidad de que la creatividad
y la imaginación ocupen un lugar fundamental y fundante en la infancia.
(Artículo publicado en la Revista Voces y Miradas de la LIJ, 2020)
Bibliografía:
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(2017), Gramática de la fantasía. Bs.
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____________ (2013) Retahílas de cielo y tierra. Bs. As. El barco de vapor, SM.
____________ (2014) Los traspiés de Alicia Paf. Bs. As., Aique, Anaya.
____________ (1992) Cuentos para jugar. Madrid, Alfaguara.
_____________ (2005) Jaime
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______________ (2007) Uno
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______________ La
imaginación en la literatura infantil. Artículo publicado en la revista
Perspectiva Escolar, Nº 43 y reproducido por la Revista Digital Imaginaria, Nº 125, 31 de marzo de 2004.
Marc
Soriano: La literatura para niños y jóvenes. Guía de exploración de sus
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Beatriz Helena Robledo, Gianni Rodari, un defensor de la vida, en: https://www.cuatrogatos.org/docs/articulos/articulos_147.pdf
Held, Jacqueline
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Paidós Educador.
Polanco, José Luis
(1992) "Rodari: las
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Sobre Emilio o De la Educación, de Rousseau en:
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Rodari, Gianni, en: La imaginación en la literatura infantil. Artículo
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